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Thierry Henry es uno de los jugadores más grandes de la historia moderna del fútbol. Un delantero, en muchos casos infravalorado, que consiguió dominar el mundo al principio de los 2000.

 

Después de haberlo logrado todo, de haberse convertido en el mejor atacante en el mundo. Después de llevar al Arsenal a lo más grande y disfrutar de éxitos en Barcelona, Titi Henry decidió marcharse al otro lado del charco. El francés consideró que su momento había llegado. El fútbol de élite le superaba y decidió marcharse a Estados Unidos, a la MLS. Una liga en auge que le presentaba la oportunidad de seguir disfrutando del fútbol.

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Thierry Henry, en su redebut con el Arsenal.

El 14 de julio de 2010, el galo firmaba por los New York RB. Disfrutando de un retiro relativo, tras temporada y media en Estados Unidos, Henry recibió la llamada de su mentor. Su sensei, Arsène Wenger requería sus servicios. Tras una primera vuelta algo complicada, tras verse al borde del hilo, el entrenador ‘gunner’ acudía a su mejor alumno. Y como no, después de haber pasado tanto juntos, su discípulo aceptaba el reto.

Una cesión de un mes, no más. Un mes necesitado para salvar una temporada. Un mes necesitado para salvar un puesto. Y cumplió, creedme, cumplió. Día de redebut. Partido en casa frente al Leeds, para hacerse con un puesto en la siguiente ronda de la FA Cup. Un partido duro que no parecía desatascarse. Minuto 68, doble cambio. Dentro Walcott y a los pocos segundos, por megafonía, sonaba el nombre del rey. Su retorno había llegado. Su vuelta a casa, con otro dorsal, con distinta armadura, pero con el mismo sentimiento. Los aplausos en la grada eran continuos, hasta que tras tan solo 10 minutos en el campo, Henry con su gol más clásico, cuerpo para atrás, interior de la bota y al palo largo, adelantaba al conjunto ‘gunner’ y la locura invadía el Emirates.

Su regreso al norte de Londres fue el soñado. Los gritos de los aficionados del Arsenal se oían en toda Inglaterra. Su chico había vuelto. El significado de este partido fue más allá que un simple encuentro. Un partido que quedará escrito en los libros del deporte, como una de las acciones de socorro más bonitas jamás vistas. Ante ustedes, el redebut de Thierry Henry.